Al ritmo de los Cocteau Twins resbala la tarde, acompañado de un ron que compré hace un par de horas en los Oaxacos –tienda ubicada a cuadra y media de mi departamento- atendida por un peculiar cuarteto, los cuales, se han convertido en mis compas cuando de prohibiciones se trata en “la ciudad de vanguardia”. Esto de la ley seca es una reverenda tomada de pelo: sugerir orden en un país al revés es una mala broma de Dios. Leo información en la red: vacunas que no llegan. Lupita Jones, paquita la del barrio y el Kiko buscando un puesto en la polaca. Toneladas de aguacate exportados para un espectáculo que nos mira como sus lacayos. Chente sabroseando chichis desde hace varios lustros. Pinche país de risa.
Entro al bacanal de las redes: los indignados,
los moralinos, los fitness, los que discuten en “foros” con seres invisibles, los que
quieren salvar a todos los perros del mundo, ejércitos de selfis, los “politólogos”, los "expertos" en salud y un largo
etcétera. Acaso ¿No nos damos cuenta? esta avalancha proteica de ruido, señalamientos y desmesura no hace la diferencia. Tan solo es un lamento colectivo "al grito de guerra" por un poco de ayuda en el sinsentido de los días.
En fin, la misma cantaleta de siempre. Quedando bien desde la comodidad de la pantalla, es decir, en la nada del espejismo de lo "incluyente". Estamos en la era de lanzamiento de mojones virtuales y ladridos a la menor provocación. Sin embargo, no todo está jodido, existen algunos destellos y sitios que valen la pena, pero es como encontrar una aguja en un pajar. Entramos al 2021 con la cola entre las patas, con el miedo perpetuo del bicho, con las ganas de volver ¿volver a qué? y demás vericuetos. Un nudo en la garganta me atraganta. Por suerte, estoy preparado con mis tragos: algún truco debo de tener para lidiar con mis delirios existenciales y el peso del mundo.
México
bárbaro y mentiroso. Espurio y remachado. Eres cansado, como cansado estoy del silencio
de mis pensamientos. ¿Hasta cuándo será? ¿Hasta cuándo entenderás? berrinchudo y onanista. El mundo permanece girando, allá, lejos de ti, con tus
intentos fallidos desde antaño. México descalificado como en todos tus
mundiales. Confinado en tu irrealidad absurda marcada de sangre y simulación. Tan lacerante, que te escondes en cualquier charco. Que no soportas el reflejo de
tu vergüenza, ni la crítica de los que te habitamos.
Tal
vez, por eso, te escondes en las cloacas del parloteo telemático que tanto te
encanta y del que todos somos acólitos irremediables. País detrás de
bambalinas lastimadas de un teatro que hace mucho dejó de existir. Ya no quiero entradas para tu espectáculo gastado. Todo tu territorio es territorio
Comala. Estás oxidado en tu marasmo. México precoz que te bajas el calzón al
primer hervor, sin ninguna introspección. Permaneces vicioso y atragantado de
impunidad. Ojalá te alcancen los años para enmendar.
México antropófago, que nos devoras sin reparos. El estar frustrado y encabronado es lo que me has enseñado. Porque nací aquí y así lo aprendí. Aprendí a asumirte sin quererme ir. Por eso, sigo buscando horizontes imaginarios en los libros, en las noches, en la música, con los amigos y los que quiero. Mis pequeños triunfos. Lejos de tu perorata disfrazada de buenas intenciones, de mañanitas guadalupanas y teletones. Soy tu mueca y despilfarro. Soy tu cochambre y tu desgano. Soy tu colchón y tus cogidas sexenales. Soy tu caso omiso por las calles ante la debacle. Soy las madrugadas en vela rumiándote. Soy yo, caminando por tus parques y avenidas. Soy yo, dominando un balón en el pasado. Soy yo, asaltado en algunos de tus barrios. Pero también, soy, mi falta de pausa por tu historia, por tus dolencias y tus infamias. Vivimos ipso facto.
Pinche
México, agobias tanto, como volverme fitness, vegano y bien portado. Ahí el
error, que soy indisciplinado. Pero también, me encantas, con tus amores perros
y el temperamento del jarocho. Con tu
amar te duele y creer que todo es posible en el mundo de Efedra. Con tu
castillo de la pureza y los olvidados. Con tu región más transparente y tu
laberinto de la soledad. Con tu llano en llamas y de perfil. Con tu indeleble mecánica nacional. Con las chilenas
de Hugo y los nocauts de Chávez. Y ¿por qué no? Con tus sueños primermundistas y
bananeros a la México 2000. Somos un desmadre.
Te
quiero, aunque no lo parezca, porque me has obsequiado el deleite de tus
paisajes y tus cielos. Me has regalado la belleza de tus playas y el pulso de tus
mujeres. El calor de una familia a la que amo tanto. El ritmo de tu música. El
frenesí de tus bohemias. Mis amigos. Mis descalabros. La magia de tus rituales y
tus encantos. Y sobre todo: tu vasta complejidad que me tiene aquí exorcizando.
Advertencia:
también me has enseñado que si me apendejo me carga la chingada, aquella, tan desmenuzada
por Paz. Que si no chingo no avanzo. Que
más vale que digan aquí corrió, que aquí murió. Eres gandaya por antonomasia.
Todo te lo cobras caro. Eres un maestro de la introyección. Ya no sé qué pensar
de ti y mucho menos qué pensar de mí, aunque tengo, si acaso, más certezas de
mí andar que de tu porvenir. Porque existo a pesar de ti. Y eso: me basta.
Seguiré
cabalgando tu desfachatez y variopinta planicie, tratando de dar sentido a mí peregrinar
por tus ruinas y palacios. Soñando e
inventando un territorio más habitable y llevadero en los bolsillos. Pero nunca
olvides, que por ahí existe alguien al que estás lastimando, robando e insultando día
con día. Que no se te olvide, que por allá, muchos se están quejando,
sobreviviendo y llorando. Sí, estamos acostumbrados a los chingadazos desde
tiempos inmemoriales, pero también, creo que ya nos cansamos. Desde mi trinchera y enunciación te digo: ya no seas tan cabrón
México mágico mentiroso, no permitas que dejes de encantarme tanto.