sábado, 18 de abril de 2020

Miedos invisibles



A años luz de distancia constato que los miedos primitivos siguen latentes en las llanuras de mí ser. Anoche hice las paces con la madrugada y terminé de ver nuevamente la saga de tiburón –cuestión que traía pendiente desde hace varios años-. Definitivamente me quedo con el trabajo de Spielberg, porque arraiga en su discurso la esencia de aquellas zozobras infantiles que podemos llegar a experimentar: los miedos más puros brotan en la infancia y nos acompañan en lo profundo de los bolsillos en nuestro peregrinar.

Recuerdo los ochentas y me veo en villa del mar observando la isla de sacrificios tras emerger de una ola, el agua a la altura del pecho, la salinidad del mar entrando portentosamente por la nariz y el resto de mi infantil figura. Saberse indefenso ante el peligro latente lo comparo con el miedo que nos permea de meses para acá a los que cohabitamos el globo. Hoy salí por lo indispensable y de forma intermitente no dejaba de sonar aquella melodía confeccionada por John Williams que a la postre se transformó en un referente para varias generaciones: la invisibilidad del peligro que está al acecho si te descuidas por un instante.

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